Este domingo en la iglesia rememorábamos un pasaje harto conocido del Antiguo Testamento. Un pasaje que demuestra que la fe es la mejor arma y que las fuerzas humanas nada pueden contra el poder de Dios. Se trata precisamente del clásico y archiconocino enfrentamiento entre el gigante Goliat y el muchacho David.
En el capítulo 17 de 1ra de Samuel se encuentra el relato completo del suceso:
4 Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo.5 Y traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil siclos de bronce. 6 Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros.7 El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él.8 Y se paró y dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí.
Humanamente hablando era una batalla perdida, qué hombre era aquel cuyo valor alcanzaba para enfrentar una muerte casi segura por defender el nombre de su Dios.
Aquel gigante de 3 metros de altura se alzaba cual una imponente torre de batalla frente a los atemorizados israelitas, los cuales, tal como disponen los genes que Dios les dio poseen una estatura de aproximadamente 1.65. Era, como decimos en bueno cubano, una pelea de mono contra león.
El ejército filisteo más numeroso y mejor armado lucía despreciable frente a la real amenaza que representaba aquel paladín.
11 Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo.
26 Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?
Mientras el ánimo de Saúl y su ejército había decaído, desmoralizados ante el miedo que les ocasionaba aquel gigante, un muchachito, un pastorcillo había llegado al campamento a visitar a sus hermanos mayores por encargo de su padre.
Al escuchar vociferar al filisteo su ánimo se enardeció viendo la cobardía de los suyos, los cuales habían olvidado que no es la mucha fuerza la que sostiene la espada, ni el brío de los caballos el que añade vigor en el combate.
32 Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo.33 Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud.
David se dispuso para la pelea, sin embargo, aquellos que no tenían el coraje para enfrentar al gigante tampoco lo tuvieron para animar al enano. Saúl intentó disuadirle de su empresa pero el chiquillo estaba resuelto. Enfrentaría al infiel y lavaría el nombre de los ejércitos de Jehová.
39 Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas. 40 Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo.
Aquellos que sabían que no había fuerza humana o militar capaz de hacer frente al retador quisieron armar al pequeño con las armaduras que de por sí, a ellos les resultaron inútiles. Para marcar más el contraste entre un chiquillo menudo y un gigante armado hasta los dientes, la Biblia relata que David no podía caminar con aquellos hierros encima, de modo que resolvió quitarselos. Cómo podría un muchacho que no tenía edad para blandir una espada soportar la embestida de aquel filisteo? La pelea de león contra mono se convierte en pelea de león contra hormiga.
Las palabras de David son más que ilustradoras para entender aquella hidalguía que solo poseen los que son de Dios:
45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. 46 Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.
Así enfrentó el niño al gigante:
48 Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. 49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra.50 Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano.
Muchos Goliat enfrentamos hoy como creyentes en Jesucristo. Muchos gigantes se presentan a vociferar en las afueras de nuestro campamento, pero como David hemos de enfrentarles, no confiando en nuestras fuerzas porque son nulas, sino confiando en las fuerzas de Dios. La verdadera fe se manifiesta cuando hasta la armadura te queda grande y no tienes fuerzas para sostener la espada, en ese momento no queda otra cosa que decir: "Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado."
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