El resultado del pecado original fue una raza caída y separada de Dios, incapaz por sí misma de hacer el bien. La pregunta que nos surge es: ¿Es justo que Dios nos castigue por practicar el pecado, si resulta imposible que hagamos otra cosa?
Para poder responder esta pregunta lo primero que necesitamos es entender dos conceptos básicos: Libertad y Capacidad.
Podemos afirmar que el ser humano es “libre” de actuar como mejor le parece. Pongamos el clásico ejemplo del borracho. Supongamos que tiene una mesa larga y en un extremo a situado una biblia y en el otro una botella de ron, traiga ahora al borracho más perdido y necesitado de liberación que usted conozca, uno a quien se le haya dictaminado que la bebida está afectando seriamente su salud, haya perdido a su familia y el respeto de sus amigos (tristemente no es difícil conocer a alguien que cumpla los requisitos). Suponga que lo ha puesto en medio y le ha dicho: De este lado está tu enemiga, la bebida, la cual te está matando y te ha hecho mucho mal a ti y a los tuyos. Del otro está la Palabra de Dios, la cual te puede libertar de tus males, te puede salvar y restaurar. Hacerte un hombre nuevo y darte la libertad del vicio del alcohol que tanto necesitas. Piense por un instante, qué cree usted que escogería este borracho empedernido. Correcto, escogería la bebida.
Respecto a usted este hombre tiene libertad de decisión, usted le ha dejado escoger, y le ha hecho ver la responsabilidad que enfrenta si continua bebiendo. Le ha dicho que se puede morir, que continuará dañando a su familia y que por ende debe sabiamente escoger la Biblia. A pesar de esto el hombre escoge el ron, por qué? Porque es incapaz por sí mismo de abandonarlo, porque su libertad está restringida dentro de los límites de su naturaleza (la cual es esclava del pecado). Que el ser humano tenga determinadas responsabilidades no implica necesariamente que esté capacitado para cumplirlas.
Si confundimos estos dos conceptos básicos (libertad y capacidad) vamos a arribar a la errónea conclusión de que mientras más pecamos menos responsable somos de nuestros actos.
La Palabra de Dios, la cual nos guía a Cristo como única esperanza de salvación y única fuente de libertad nos hace ver el contraste:
El ser humano tiene la responsabilidad de:
- Venir a Cristo. (Mt.11:28)
- Arrepentirse. (Hch.3:19).
- Circuncidar los corazones. Creer. (Jn.3:16).
- Guardar la ley. (Ro.2:13).
A pesar de ello el hombre es incapaz por sí mismo (sin la obra de Dios) de:
- Venir a Cristo: “Ninguno puede venir a mí…” Jn. 6:44.
- Arrepentirse sino le fuere dado por Dios. IITim.2:25.
- Creer sin la obra de Dios. Fil.1:29.
- Guardar la ley. Ro.8:4.
Al ser humano no lo obliga a pecar ninguna fuerza externa, es su interior, su naturaleza quien le obliga.
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