“He hallado el libro de la Ley en la casa de Jehová” 2Re.22:8 b)
Con el hallazgo de la Palabra de Dios comenzó una de las mayores reformas espirituales en toda la historia del pueblo de Israel, aquella que fue encabezada por el rey Josías. El pueblo se había apartado de Jehová Dios, para servir diligente a los dioses de las naciones. Escuchando la voz de profetas falsos los cuales les daban una vana confianza y una seguridad vacua, obrando peor que todas las naciones que Dios había echando de delante de ellos (2Re.21:9). Una sucesión de perdidos reyes y sacerdotes corruptos habían logrado prostituir al pueblo abandonando la fe verdadera y cometiendo abominables actos en la presencia de Jehová, asesinando a los profetas de Dios los cuales levantaban sus voces para hacer volver al pueblo de su mal camino. Este era el panorama que reinaba en Israel cuando Josías comienza a reinar a los 8 años, y mucho no había cambiado cuando diez años más tarde es encontrado el libro de la ley como símbolo de un renacer y una esperanza espiritual.
Cuando en el año 1507 Martín Lutero ingresa a la orden de los agustinos, estaba muy lejos de imaginar que el Señor lo usaría como instrumento de una reforma de descomunales dimensiones en la fe y vida de Su Iglesia. Por diez años, nada cambió en el entorno que rodeaba al estudioso monje. La iglesia poseía en cuanto a la fe un panorama deprimente.
Como en los tiempos veterotestamentarios muchos profetas se levantaron antes para anunciar la Palabra de Dios, para abrir los ojos que estaban en tinieblas y hacer volver del mal camino al pueblo de Dios. Juan Wyclef (1324-1384), en Inglaterra, y Juan Huss (1369-1415), en Bohemia (actual República Checa) constituyeron ejemplos de estos dignos profetas, pre reformadores que sufrieron la persecución y la ira de los poderosos por tal de servir a su Señor y dar testimonio fiel de Sus Palabras. El pre reformador Juan Huss fue mártir por causa del Señor.
Para el año 1511 Lutero viaja a Roma y recibe un impacto emocional muy fuerte al apreciar el lujo y la corrupción que reina en “la santa sede”. Aproximadamente por estas fechas el papa León X decide construir la Basílica de San Pedro, y para asumir los gastos de construcción la venta de indulgencias proveyó el principal recurso. “Cuando una moneda cae en el arca, un alma sale del purgatorio” ese era el slogan comercial que empleaban para proporcionar cual falsos profetas la seguridad vacía y la paz falsa de aquellos que lucran con la credulidad humana. Qué hacer si cómo en los tiempos que precedieron a Josías los líderes espirituales se habían pervertido, sirviendo a su vientre antes que a su Señor, rindiendo y dando culto a las criaturas antes que al Creador. Ciegos guías de ciegos que conducían a todos a una irreparable perdición.
Es entonces cuando Lutero descubre las Sagradas Escrituras. En medio de una iglesia cuyos líderes enseñaban una salvación por obras, y practicaban el comercio del perdón, el sacerdote alemán encuentra en la Biblia aquel pasaje de. Ro.1:17 el cual declara “Más el justo por la fe vivirá”. Como el Santo Libro pudo dar a Josías la sabiduría y la pujanza para emprender su misión, Lutero encontró en estas palabras la luz y la fuerza para comenzar aquello que Dios transformaría en la más grande reforma espiritual de todos los tiempos.
En 1517, el 31 de octubre, clava en su iglesia en Wittenberg, Alemania las 95 tesis que removían los basamentos de la “sacrosanta” Iglesia Católico Romana. Oponiéndose al poder papal sobre la Iglesia Universal, y a la venta de indulgencias, entre otras falsedades promovidas otrora por la iglesia y sus líderes, se ganó Lutero la animadversión de aquellos hombres que lejos de Dios proclamaban ser sus paladines. Sin embargo, se ganó también la gratitud de los genuinos hijos de Dios, que de toda lengua, tiempo y nación creemos que “el justo por la fe vivirá”. Gracias a Dios por su hijo Lutero y gloria a Dios por su Santa Palabra.
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