jueves, 30 de octubre de 2008

La santidad conviene a tu casa.


Sal.93:5.
Tus testimonios son muy firmes; la santidad conviene a tu casa, oh Jehová por los siglos y para siempre.

Los seres humanos podemos vivir en unión con la mentira, la avaricia, la idolatría, pero Dios no puede hacerlo. El pecado no puede estar ante su presencia. La iglesia del Señor, es la morada del Altísimo, y es Él quien gobierna y juzga en medio de ella. Es, por eso, necesario que sus hijos legítimos, los que hemos sido redimidos por la sangre del Cordero, tengamos conciencia de la santidad de Dios, para respetarle y honrarle y esforzarnos porque nuestras obras sean aceptadas delante de Dios, y el Señor las mire con buenos ojos. No porque necesitemos hacer obras de justicia para ser salvados, sino para que nuestra vida se corresponda con el status que por la sangre de Cristo hemos alcanzado ante los ojos del Padre.
Ningún otro atributo o cualidad de Dios es resaltada con tanto énfasis como lo es la santidad de Dios. No se leerá en las Sagradas Escrituras que Dios es Amor, Amor, Amor, aunque ciertamente el amor de nuestro Padre Celestial escape a toda comprensión. No se encontrará tampoco que Dios es Omnipotente, Omnipotente, Omnipotente, aunque no nos quepa absolutamente ninguna duda de que el hacedor y sustentador de los cielos y la tierra posee un poder irrestricto e ilimitado. Sin embargo en Apocalipsis 4:8 podemos observar que en la adoración celestial el Señor es llamado “Santo, santo, santo...”
Reconocer la santidad de Dios nos ayuda a comprender mejor el carácter de nuestro Dios, Él se nos a revelado a nosotros como un Dios que no puede sufrir el pecado y nosotros sus hijos debemos aprender que la santidad conviene a Su casa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres todo lo que explicas y ademas eres muy guapa!

pitica_1303 dijo...

hola

Eglis Alvarez López dijo...

Hola... :-)